miércoles, 23 de marzo de 2016

EN LA TIERRA

El aire fresco viaja hacia mis pulmones de una manera hermosa. Mi cuerpo revive ante ese nuevo soplo de vida y mi mente se despeja de todo pensamiento impuro. Mis sueños parecen querer hacerse realidad, y mis manos se renuevan de energía.
Quiero hacer todo lo que está a mi alcance.
Mi respiración vuelve a ser limpia y llena de vida. Cada susurro del viento viene repleto de alegres trinos y llamados de esperanza. Los resplandecientes colores recrean mi vista con el mejor arte que existe en el universo.
La tierra llama mi atención con un leve temblor. Me dirijo hacia ella con mi corazón en las manos.
Ese corazón que ella me dio.
Desnudo mis pies y lentamente los apoyo sobre los calientes latidos de la Madre Tierra .Puedo sentir retumbar cada pulso en mi mente y en mi corazón. Pacha Mama y yo logramos la misma vibración, el mismo sonido.
La misma nota incesante de paz.
Al mismo tiempo que logro sincronizar mis latidos con los suyos, el llanto comienza a correr por mis mejillas.
¿Me perdonas, Madre? ¿Perdonarás a esta Hija tuya haberse olvidado de ti? Sé que no merezco tu perdón, pero volver a ti me hace tan bien.
Estar contigo me hace feliz.
Ensuciar mis manos con tu tierra y sentir tu olor... Ese olor que llena mis venas de vida y de pasión.
Demoré un poco, pero volví. Ahora enséñame a vivirte, a adorarte y a honrar cada paso que doy sobre ti. Bendice mi camino, Madre Tierra, y ayúdame ante las piedras que se cruzan en el camino.
Regálame la sabiduría necesaria para optar entre el bien y el mal. Avísame si ves que me desvío.
Pacha Mama, sigo siendo tu Hija. Y agradezco que tú sigas siendo mi Madre.





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