martes, 30 de junio de 2015

Corre tinta
por mis ojos, 
y mi corazón late en el papel.
Una pluma no es suficiente
para destilar 
mi veneno en tu piel.
Te presiento en cada verso,
y te encuentro
en el silencio
de un soneto sin título.
Tu mirada de barro
se funde ante
el ardor de mis ojos.
El fuego de mi alma
pide tus besos en
las hojas sin escribir
de mis sueños.
Una página, dos, diez...
ya no importa cuántas
se han escrito
o se escribirán.
Importa que eres tú
quien imprime cada letra
en los renglones
de mi cuerpo.
No tiene importancia
si escribimos torcido,
es parte del aprendizaje
de amarnos.
Quiero escribir tu libro
y que tú escribas el mío,
con la tinta de nuestro amor.
Para siempre.

Joanna M.



Tantas veces
te lo quise decir.
No tenía el valor,
ni las agallas,
sólo ganas tristes
de llorar tu desprecio.
Tantas veces podría 
habértelo hecho saber,
pero tu muralla,
siempre tan fuerte 
e indomable,
detiene mis ánimos.
Otras tantas veces,
se lo hice saber 
al viento,
para que llevara mis palabras
a tu frío pecho.
Pero creo que no quisiste
recibir mi mensaje.
El tiempo está corriendo,
las apuestas se están jugando
y, comparado contigo,
yo comencé ganando.
Al menos por ahora.
Duele saber que
no quisiste 
formar parte de los procesos,
de las caídas y tropiezos.
Siempre se imponía tu ego
ante la imagen de mi derrota.
No pretendo falsas risas
ni tampoco lágrimas sin verdad.
Después de mucho tiempo
te dije que te quiero.
Sé que no lo esperabas,
pues yo tampoco.
Fue un impulso del momento
provocado por
mis circunstancias,
que hoy me hacen darme cuenta
que nunca es tarde 
para decírtelo,
aunque no devuelvas
el sentimiento
de la manera 
que yo lo quisiera.


Joanna M.

Allí va ella,
con sus negros
zapatos acordonados
sin lustrar,
con el azul
alineando su figura.
Con ese paso acelerado
pero atento
a los detalles.
Allí va ella,
un ratón de biblioteca,
siempre con un libro
en el pensamiento
y con otro bajo el brazo.
Con una sonrisa
en los labios
ante los recuerdos
y ante el amor de un animal.
Allí va ella,
un alma rota en el tiempo,
que intenta reconstruir
los fragmentos que
están por el suelo.
Una pluma descolorida
que el viento lleva
en el remolino.
Allí va ella,
con un corazón
tan grande que
no entra en su frágil cuerpo.
Con los sentimientos
a flor de piel,
y una lágrima
en el tintero lleno.
Con sus ojos color café
que despiertan al mundo
ante cada mirada inquieta.
Allí va ella,
un susurro de historias
oculto en su cabello enredado.
Un minuto de silencio
que se extiende por el cielo.
Una luz que brilla
solamente
para aquellos
que la quieren ver y sentir.
Allí va ella.
Camina, observa, llora,
sonríe y escribe.
Dueña de palabras,
libre de amarras.
Sólo la detienen
algunos prejuicios
o circunstancias.
Pero está aprendiendo
a soñar,
quiere aprender a vivir.
Y ya es momento,
de que nada,
ni nadie,
la detenga más.

Joanna M.



Un despilfarro de tinta
se hace presente en cada beso.
No es suficiente
toda la extensión
del papel
para imprimir
los latidos acelerados
del corazón.
Las arrugas
que deja un susurro,
como pisadas
en la arena mojada,
hacen que este libro
valga le pena
ser escrito
y leído con tus labios.
Porque cada vez
que cierro mis ojos,
tu sombra vigila
mi alma impaciente.
Y en la distancia
serena que nos separa,
tu abrazo me vuelve
susceptible
al fuego armonioso
que alborota mi cabello.

Joanna M.



Poeta, poetisa... ¿Qué es ser poeta o poetisa?
A mí entender, es ver en las cosas o en las personas lo que otros no ven a simple vista. Es comprender con un simple gesto lo que las mentes comunes no comprenden. Ser poetisa o poeta va más allá de escribir unos cuántos versos. Es intentar describir con palabras lo indescriptible. Es permitirle al lector soñar sin límites, sin miedo al ridículo, sin miedo a lo imposible. Es darle una llave al mundo para que abra puertas que permanecían cerradas hace mucho tiempo. Ser poetisa o poeta es ponerse en el lugar de los otros, calzarse sus zapatos y sentir sus dolores y sonrisas. Es honrar cada cosa como se lo merece, a cada paisaje, a cada ser vivo, a cada átomo que forma la Naturaleza, a cada sentimiento.
Es entender con otros ojos la realidad y crear un universo paralelo repleto de belleza y dulzura. Porque escribir poesía va más allá del verso y su métrica, de un soneto o una oda. La plenitud de la poesía se hace presente en los silencios, en la inspiración, en los sueños, en el rastro de tinta imborrable de un bolígrafo, en el susurro del papel cada vez que es rasgado por el grafito.
La poesía se manifiesta en la sonrisa del poeta, ante el descubrimiento de una inspiración sin dueño, que espera para ser descripta.
La poesía también se deja ver en esos mínimos instantes, imperceptibles a la mirada, pero que llegan directo al alma, como una flecha impregnada en veneno, despedida desde el arco de un Dios.
La poesía impone presencia en la risa de un niño, en el juego incansable de un cachorro, en un atardecer repleto de cantos de gaviotas, en la tibia brisa que anuncia tormenta, en el aroma inconfundible del mar en tempestad, en la armonía de los truenos en una tarde de domingo. En un beso, en un "te quiero" susurrado al oído, en cada mirada entre dos enamorados...
De todas estas maneras se expresa la poesía en el mundo.
Y de esa manera, debemos aprender a sentirla y vivirla.


Joanna M.