domingo, 17 de julio de 2016


AMO

Amo besar tus ojos,
saborear tu piel
y perderme en tu pecho.
Amo morder tu sonrisa,
ser fiel a tus manos
y escuchar tus deseos.
Amo la sensación
de tenerte a mi lado,
y de tus manos aferradas a mi pelo.
Amo saber que estás ahí,
protegiendo mi alma,
vigilando mis sueños.
Amo saber que
los números de distancia y tiempo
no importan.
Amo recibir
tus labios en mi frente,
dándome el cariño
que creía perdido.
Amo soñarte cada noche,
perderme cada mañana
en el recuerdo de tus caricias.
Amo el ardor que crece en mi pecho
cada vez que te veo de nuevo.
Amo tu valentía de quererme,
amo tu sana locura
de elegirme cada día.
Amo tus días, tus noches,
tus amaneceres y atardeceres,
tus veranos, inviernos,
tus amores y odios.
Pero por sobre todo,
amo tu esencia.
Te amo a ti.
Te amo así.




RUMOR

Tengo algo que decirte,
con la mano en el pecho
y con la frente en alto.
Quería esconder ese rumor en mí,
olvidarlo,
enterrarlo.
No era propicio para mí.
No era mi momento.
Pero te lo tengo que decir.
En realidad,
te lo digo todos los días.
Por la mañana
cuando despierto,
por la tarde
cuando tomo un té y te recuerdo,
por la noche
cuando la almohada oye mis lamentos.

Tengo algo que decirte.
Algo que no sé si será bueno.
No sé si te lo tomarás en serio.

Te quiero.
Sí, te quiero.
Como el primer día,
como la primera tarde.
Como en la primer caminata
tomados de la mano.
Te quiero.
Me gustas,
como me gusta caminar
por la orilla en el invierno.
Como me gusta observar tu sonrisa
mientras me miras.
Como me gusta sentir tus manos
en mi rostro cuando me besas.

Pero, hay algo más.
Un pequeño detalle adicional.
Sonará apresurado,
incoherente.
Pero al fin y al cabo es la verdad.
Te amo.
Sí, te amo.
Como amo las gotas de lluvia
corriendo por mi cara,
como amo la dulzura
del aroma de la níspola.
Como amo
tus besos atrevidos
que no olvido y que tanto deseo.

Te quiero.
Te amo.

Podrás decir lo que quieras,
podrás echarme al olvido,
podrás borrar mi presencia.
Pero no podré dejar de decirlo.




¿Y LA LLUVIA?

Y la lluvia
trae recuerdos,
trae lágrimas
y suspiros.
Y el olor
a tierra mojada
revive mis células;
renacen mis sueños,
resurgen mis deseos.
Y la lluvia
trae pensamientos,
reflexiones profundas;
sonrisas mojadas.
Y el olor a vida
cuando camino en el barro.
El suave tacto
de las gotas
entre mis dedos.
Y la lluvia,
el petricor,
el aroma
de la vitalidad.
Y un nuevo renacer
en mí,
en mi cuerpo,
en mi mente.
Y un nuevo viaje,
sin rumbos ni mapas,
sin brújulas ni rutas.
Una travesía
entre las nubes.
Una caminata
con un paso
en cada relámpago.
Un sueño,
una lágrima,
una sonrisa.
Amor.
Y la lluvia.




CONFESIÓN

Debo confesar que no soy linda, 
pero sí lo soy cuando me miras.
Debo confesar que no soy perfecta,
pero sí lo soy cuando te tengo cerca.
Debo confesar que tengo miedos,
que desaparecen cuando tú apareces.
Debo confesar que soy cobarde,
pero dejo de serlo cuando escucho tu voz.
Debo confesar que amo tu sonrisa,
porque en ella encuentro mi sitio.
Debo confesar que todos mis problemas
se vuelven vacíos cuando tomas mis manos.
Debo confesar que no tengo remedio
pero tú eres mi mejor medicina.
Debo confesarte tantas cosas
porque sino muero en el intento.
Debo confesarte que te quiero,
y quiero confesarte que te amo.




"Desde antaño aprendimos a ver el mundo dividido entre norte y sur, siempre que el mapamundi no nos fuera puesto frente a los ojos patas arriba. En lo alto, el mundo iluminado que brilla con esplendor en la noche sideral al paso de los satélites, y abajo el mundo del subdesarrollo dominado por el hambre y la miseria, tragado por la oscuridad, donde la voracidad avanza desolando las selvas, y también el desierto avanza sobre la tierra fértil, y que piadosamente es llamado en los documentos internacionales, mundo en desarrollo. Y por si fuera poco, en los mapas escolares, Europa aparecía dibujada con lente de aumento, para que su poderío colonial se correspondiera con su poderío territorial. Esta fijación geográfica del arriba y abajo, arriba el norte, abajo el sur, vino a cimentar desde el siglo XIX no pocas ideas perversas para explicar el desarrollo y también no pocas ideas sumisas acerca del porqué de nuestra pobreza. Arriba la raza caucásica, dueña del talento para la organización y la disciplina, y sobre todo dueña de la inventiva necesaria para crear el progreso y arriesgarse a conseguirlo. Y abajo, los desordenados e indolentes mestizos, pobres por su propia culpa, levantiscos e incapaces de construir. Y por nuestra propia cuenta, los habitantes de este sur maldito empezamos a hacernos nosotros mismos la idea, también desde antaño, de que la imposibilidad de avanzar se hallaba en nosotros mismos, desheredados de talento y fortuna, y que por eso se necesitaban de urgencia las inmigraciones europeas. Había que trasegar el norte hacia el sur, olvidar nuestra carga de mestizaje, para poder merecer una oportunidad sobre la tierra.

Nos condenaba, además del mestizaje remoroso, el clima. Lástima no tener estaciones que se sucedieran de manera exacta a lo largo del año, y no el caótico desorden tropical de soles y lluvias, humedad y vapores malsanos exudados por selvas y pantanos, culpables de la indolencia sensual, y de ese erotismo de costumbres capaz de producir música y poesía, pero nunca iniciativas concertadas y constantes, claves de todo progreso. Y nosotros mismos aprendimos también a aceptar que el paisaje de junglas enmarañadas, tormentas imprevistas, ciclones y ríos demasiados caudalosos, era nuestro enemigo. Cuánta falta nos hacía la apacible caída de la nieve.

Nos inventamos entonces países de eternas primaveras y suizas centroamericanas en el trópico, y ansiamos frío y los leños encendidos en las chimeneas como asuntos cruciales para la redención de nuestros males. La nostalgia por las navidades blancas. Toda la parafernalia segundo imperio que entró en los salones, y la arquitectura neoclásica que marcó el perfil de los palacios presidenciales, los teatros y edificios públicos, vinieron a ser la consagración de esta devoción por el norte, como si también el transplante de decorados fuera capaz de obrar el milagro de entrar en el norte, sin movernos del sur. Por eso mismo, los techos de las mansiones victorianas en los villorios centroamericanos tuvieron el declive necesario para dejar resbalar la nieve. Las inmigraciones masivas ensayaron a convertir al sur en norte, como ocurrió en Argentina, por ejemplo, un sueño muchas veces derrotado por las dictaduras militares, el populismo y las crisis económicas sucesivas que han tenido la maléfica virtud de volver atrás el péndulo del desarrollo, ya cuando parece que su viaje hacia adelante es irreversible, de la riqueza a la pobreza y viceversa, desde los tiempos de Sarmiento. Y eso que los climas australes son capaces de producir nieve (...).

Un cataclismo permanente de la historia, donde abundan las exageraciones y las sorpresas más contundentes, hijos irremediables de la anormalidad, que hasta hoy solo ha sido útil en la literatura, y mientras más anormalidad, mejor literatura, desde los dictadores que han llegado a ser seres sobrenaturales, eternos en el poder, hasta la sociedad de los siglos, al juego más alucinante de contrastes, porque mientras sobrevive el paleolítico en lo hondo de las selvas y la sociedad patriarcal en los llanos ganaderos, visiones del pasado con sustancia real de presente, al mismo tiempo la modernidad, y aún la postmodernidad, nos asaltan en jirones y retazos para hacer más incomprensible el paisaje. El arado egipcio arrastrado por los bueyes al lado de las antenas parabólicas (...).

Pero no creamos en los espejismos que han sido fabricados para nosotros, y que nosotros mismos hemos ayudado a fabricar. En Bolivia, la región más rica y próspera es la del sur, la de Santa Cruz de la Sierra, que es más cálida, y la más pobre está al norte, la del altiplano, donde hace todo el frío que los viejos ideólogos sumisos veían como necesario para ser civilizados. Pobres de solemnidad hay en Nuevo León, en el norte de México, al lado de las usinas, como en Chiapas, al sur, done la pobreza viene a confundirse con la de Guatemala. El atraso es desigualdad porque la riqueza está mal repartida, haga frío o haga calor."

Sergio Ramírez; La insignia, Nicaragua; Julio, 2005




G.P.

Empanadas de cuatro quesos para un tarde espléndida. Ayer lo vi. 31 días nos separaron. Creo que esos días cada vez duelen menos, pero importan más. Son instantes que pasan, que me gustaría guardar en su alma.
Sé que habrá recompensa en su momento, ambos lo merecemos.
Empanadas de cuatro quesos, mientras lo miraba a los ojos y sonreía mi cuerpo, y el corazón gritaba desconsolado en su jaula. Volver a verlo es siempre un momento que viaja directo al baúl, allí, hondo en el pecho. Esas cuatro, cinco horas se me pasan volando, y me quedan cosas por decir…
Saber que está ahí, completando mi vida, alimentando mi espíritu, sonriendo ante nuestro recuerdo.
Empanadas de cuatro quesos para un Galgo y una Pata.
Para dos locos insolentes que desafían la distancia.



Eres la tierra que abriga mis raíces,
el calor que abraza mis horas de intemperie,
el agua que transita los pliegues de mis hojas.

Eres la canción que escucho mientras sueño,
el arpa que taño cuando el dolor florece,
el lienzo que pinto cuando el alba duerme.

Eres el aliento que surge de la calma,
el atardecer pleno que la memoria reclama,
y lo que me cura en fin, de la desesperanza.

Mariaje López

(Pintura: Oswaldo Guayasimín)



MAYO

Eres, 
el principio sin final
de esta historia
impredecible.
La sana locura
que se adueña
de mis neuronas.

Eres,
el suspiro de las olas
en mis noches de insomnio,
el abrazo del otoño
en el árbol de mi corazón.

Eres,
el diamante,
aquel perdido
en el fondo del recuerdo.
Las ráfagas de sueño
en mis brazos vacíos.

Eres,
eso que
trajo la marea
un mediodía de mayo.
Manos tibias
que curaron
toda mi alma rota.

Eres,
las notas de una melodía inédita,
los versos escondidos
en un baúl mojado,
las sonrisas de mis madrugadas
y la emoción de mis silencios.



MÁS ORGASMOS 

Hace poco compartí una foto de una puerta con un graffiti bastante interesante: "Más biblias, menos orgasmos".
Muchos se sorprendieron ante dicha foto.
Les contaré algunas cosas.
Para mí los orgasmos no son solamente en el plano físico y sexual. Para mí, hay orgasmos que se dan en la mente, en el alma, en el ser. Orgasmo le llamo a al vida, al despertar y al dormir. Al nacer y al morir.
Orgasmo no es solamente salir victorioso de un encuentro sexual, orgasmo es lograr conectar tu alma con la del otro en ese momento especial.
Un orgasmo esá presente en todo, y en todos.
En el amor de un animal, en el canto de un pájaro, en el frío de la mañana, en las caras de la luna, en los ojos de la familia, en la belleza de una flor, en el latido de los árboles, en el murmullo del viento, en el abrazo de un amigo, en la lectura de un libro, en la buena comida, en el beso con el amor, en el placer de una hoja escrita, en la satisfacciòn de hacer las cosas bien, en los momentos de risa, en la sal de las lágrimas.
Los orgasmos se logran todos los días, a veces con una simple mirada, con un solo "te quiero", con un "te amo" inesperado.
Y son intensos, tienen presencia y esencia, tienen comienzo pero nunca final, tienen donde esconderse cuando ven el miedo llegar. No le temen al miedo pero, simplemente, no lo quieren, no son buenos amigos. Si hay miedo, no hay orgasmos.
Un orgasmo para el alma no es difícil de hallar. Yo lo encuentro en mis escritos, en mis noches de lectura, en la satisfacción de saber que me fue bien en una entrega, en la emociòn de hablar con ellas para reìrme, en la dicha de hablar con él y sentirme protegida, en los saludos de mi perro cuando me ve llegar, en el amor de cada animal que me cruzo en el andar, en una larga caminata por la rambla después de clases, en una charla diferente con las olas del mar, en el latido inmenso del mundo en el que me gusta estar.