jueves, 9 de abril de 2015

Mis lágrimas se confunden con las gotas de lluvia, en esta mañana gris de mi vida. Mi alma se estremece poco a poco al verte partir.
Te fuiste sin advertirme del peligro que significaba tu partida. Me dejaste sola, sin tus abrazos y sin tus besos repletos de cariño.
Me quisiste mucho, y yo también te quise, aunque no te lo dijera. Lo demostré de mil maneras pero no siempre te lo decía. Quizás nunca te diste cuenta. Y ese fue mi gran error, no expresarte con palabras mis sentimientos.
Debería pedirte perdón. ¿Pero cómo te pido perdón si ya no estás?
Ya no puedo tocar tus manos doloridas por el correr del tiempo. Ya no puedo sentir tu respiración entrecortada por las noches, ese sonido tan peculiar que oficiaba de vigilante constante de mis sueños.
Tú me enseñaste casi todo lo que sé, y lo que no sé podríamos haberlo aprendido juntas. Pero el tiempo realmente es cruel. Deberíamos haber aprovechado más los momentos.
Fue culpa mía. Mi energía desbordante de adolescente no me permitía disfrutar los momentos tan intensamente como debería.
Perdóname.
Me diste todo tu tiempo y yo no lo aproveché.
¿Ahora quién me dará su tiempo incondicionalmente?
¿Qué hago ahora? Ya no estás para responderme esa y otras preguntas que me quedaron por hacerte.
Tú te fuiste y yo me quedé. Tú misión aquí ya terminó. Ahora me toca a mí cumplir la mía.

Joanna M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario