martes, 1 de septiembre de 2015

DESPEDIDA

Un beso. Un largo beso de despedida. Una última mirada sincera mientras sus dedos se separaban. Él se dirigió a la fila para subir al ómnibus, con el boleto en la mano. Ella lo miraba sin ver, era como si una parte de su alma se fuera con él. Siempre tenía esa sensación cada vez que se despedían. Él subió los escalones del vehículo y a través del vidrio le dirigió un último saludo a su amada. Ella se lo devolvió, con un nudo en la garganta.

Faltaban tres minutos para la partida del ómnibus. Durante ese lapso, él buscó un asiento en el cual la pudiera ver por última vez, a ella, su novia, a su amiga, a su compañera de locuras. Ella se había quedado allí, recostada contra la pared, sin saber que decir, pensar o hacer.

Una última indicación al chofer le permitió empezar a mover el ómnibus, dio marcha atrás y, en esos mínimos segundos, ellos pudieron verse la cara de nuevo. Él levantó la mano, ella respondió de la misma forma. En el preciso instante en que dejó de ver su rostro, varias lágrimas cayeron por sus mejillas. Se había ido.

Era sólo por unos días, pero siempre era así en cada adiós. Se iba parte de su aliento y de su respiración. De sus deseos y de su corazón.
Siempre quedaba un abrazo por dar, un beso por degustar, o una caricia por sentir. Siempre quedaba un "te amo" flotando sólo en la distancia que los separaba.

Pero siempre, a pesar de todo, siempre se sentían juntos, para siempre.



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